6:30 de la madrugada, Eduardo Barragán sintió frío en su nariz, se despertó, la sensación era inconfundible, una trompa enorme se encontraba literalmente pegada a él, abrió sus ojos y se enfrentó con otros dos enormes color ámbar, aún a pesar de la oscuridad, el inusual brillo los distinguiría a kilómetros.
Frankie lo miraba como solo él podía hacerlo, tenía muchas ganas de jugar con su Papuch, hacía bastante tiempo que no compartían sus días de juego y trabajo.
Barragán lo acarició en la cabeza, arriba, entre las orejas como le gustaba, se sentó...podía quedarse así por horas, pero había que salir, tenían un encuentro con alguien muy especial.
Saltó de la cama, se dirigió al baño, se duchó, afeitada, higiene bucal un poco de perfume y ya estaba casi listo.
Seleccionó un conjunto completo de Barbour, botas, pantalones pinzados, una camisa escocesa y la típica campera encerada de algodón egipcio.
Le colocó a Frankie su capa Barbour.
La lluvia continuaba, debían estar protegidos.
Bajaron al Executive Lounge y tomaron su acostumbrado desayuno, algo frugal, todo muy sano. Frankie tenía preparado su plato con Eukanuba y un pote de porcelana inglesa lleno de agua mineral bien fría.
A los quince minutos, ya estaban en marcha, a bordo del Bentley, camino a la campiña inglesa. Frankie iba sentado atrás observando toda la ciudad, mientras Barragán conducía a alta velocidad. Barry White sonaba en el equipo de audio.
Luego de aproximadamente una hora de viaje, arribaron a un pequeño poblado, tenían que encontrar la hostería Robin Hood.
No era nada díficil, el GPS del auto, había sido ya "ajustado" por la gente del SIS, y lo dirigió al destino final en cuestión de minutos.
La divisaron en una esquina, el típico cartel de madera colgante, y una tenue luz se divisaba a través de las ventanas.
Estacionó, bajaron, Frankie lanzó un ladrido de descontento, si bien era un Weimaraner, un perro de caza de origen alemán, estaba muy acostumbrado a la vida de las ciudades, embarrarse sus patas no era su idea de algo muy divertido, pero con tal de estar con Barragán, todo estaba bien en definitiva.
Abrieron la puerta, una pequeña barra la enfrentaba, una chica pelirroja, con su cabello muy largo, ojos verdes, tez muy blanca con pecas, de aproximadamente 35 años los saludó y les ofreció algo para tomar. Era temprano, pero Barragán optó por una J.W. Lees Vintage Harvest Ale, una excelente cerveza británica.
Tomó asiento en una mesa, en una esquina apartada del salón. A los pocos minutos ingresó una joven con cabello largo, morocha, un jean y una campera, con un look muy tranquilo. Le dió un beso y acarició a Frankie.
La Srta. K, como le gustaba llamarla, tenía aproximadamente 26 años estaba unida al Príncipe desde hacía bastante tiempo. Su colaboración podría resultar de fundamental importancia en la investigación.
Realizaron un rápido repaso de la infancia del Príncipe y se detuvieron en el análisis de los últimos años: facultad, fuerzas armadas, actividades de caridad.
Frankie no dejaba que jugar con ella. Todavía recordaba una tarde que habíamos pasado todos juntos en Clarence House. Se hicieron grandes amigos. Ella adoraba a los perros y Frankie a ella.
Barragán fue dibujando un mapa con los diversos personajes que ella relataba.
Sunday, May 11, 2008
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