Wednesday, June 4, 2008

Srta. K., nuevamente...

Barragán conducía totalmente concentrado.

Si bien es cierto lo hacía siempre, en una máquina con las prestaciones simplemente magníficas, como la que poseía, no permitiría el más mínimo error o el desenlace podría ser fatal.

La aceleración de la Ducati, resultaba honestamente espectacular, increible!

Cada vez que partía desde algún semáforo, la rueda delantera iba en el aire, a escasa distancia del suelo, y así continuaba prácticamente todo el tiempo. Barragán estaba disfrutando mucho su corcel tricolor.

Sintió en el intercomunicador de su casco, la voz del líder de la custodia, desde el helicóptero, lo habían perdido y le estaban solicitando confirmación de su posición. La pérdida era visual, ya que los sistemas de GPS facilitaban un seguimiento constante. Barragán confirmó las coordenadas.

En realidad poco le preocupaba la custodia mientras circulaba solo. Muy mal la pasaría el o los potenciales atacantes. Poder alcanzarlo, cerrarle el paso, era prácticamente imposible, pero llegado el caso, su batería defensiva era, sin lugar a dudas, absolutamente letal.

Ya había salido de la ciudad de Londres, y se dirigía por un estrecho camino a un pequeño poblado, situado aproximadamente a unos 100 kms. de la misma. Confiaba arribar en minutos.

La Ducati se inclinaba de un lado a otro, en un sector de curvas del trazado.

Realizó un llamado telefónico a la Srta. K. Obviamente no apartaba las manos del manubrio y los comandos de la motocicleta. El sistema Bluetooth, junto con el de discado activado por voz de su BlackBerry, eran muy prácticos, precisos y confiables.

Confirmaron el lugar de encuentro, cuando cortó, estaba a las puertas del poblado.

El GPS lo comenzó a guiar hasta la posada The Great Duck.

Apenas estacionó y se bajó de la moto, comenzó a llover nuevamente. Nunca más oportuno. Hubiera sido una verdadera molestia conducir bajo la lluvia.

Se sentó y ordenó un café, junto con una botella de Highlands. A los diez minutos ingresó la Srta. K. con su elegancia de siempre.

Intercambiaron datos. Barragán necesitaba más precisiones. Nuevamente, pensó en la cantidad de gente que rodeaba al Príncipe.

Pero un grupo de sudafricanos, le resultaba particularmente interesante, aunque obviamente no se lo dió a conocer a la Srta. K.

Se despidieron, restaban muchas cosas por hacer. No podía perder un minuto en encuentros sociales. Ya habría tiempo para ello.

Se montó nuevamente en la Ducati. La lluvia continuaba, aunque muy leve, pero desde ya debía aumentar la precaución en la conducción.

Destino, Londres. Lo primero que pensó, era si la gente de la fábrica habría terminado los soportes para Frankie. Nadie lo soportaría, sino lo llevaba a pasear en la moto, tal como le había prometido.

Por otra parte, Barragán siempre, absolutamente siempre, cumplía sus promesas. Era su conducta de vida.

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