Cuando alguien menciona Downing Street, la referencia inmediata en la mente, es el número 10.
Es la dirección de la residencia de Primer Ministro del Reino Unido.
Unida a la historia del Primer Ministro, desde el año 1730, constituyó el centro neurálgico del gobierno británico durante las dos guerras mundiales.
Gordon Brown, no tenía la llave de entrada a la residencia, pero siempre había personal de servicio, para dejarlo entrar.
Después de serpentear por las calles de Londres, nos detuvimos al frente, varios miembros de los servicios de inteligencia británicos estaban apostados, saludaron a Barragán, quien fue acompañado hasta la Terracotta Room.
La sala debía su nombre, al color en el cual se encontraba pintada, el cual había cambiado a lo largo de los años.
Uno de los últimos invitados a tomar el té, en la misma, junto con Gordon Brown, era Nelson Mandela, el legendario líder sudafricano.
Barragán recordó su última visita a Ciudad del Cabo, junto con una amiga, Cecilia, camino a las Islas Seychelles, y su recorrido por Robben Island, a 12 km. de la ciudad, por 400 años, lugar de exilio, prisión y sufrimiento para muchos. Ahí había sido confinado Nelson Mandela. Cuando la visitaron, un compañero de la celda contigua a la de Nelson, había oficiado de guía, jamás olvidaría la emoción de todos los presentes, frente a las brutalidades relatadas y a la posición frente al rencor, el cual debía ser totalmente desestimado. El consejo había sido, educar al otro, nunca tenerle rencor. Barragán había quedado muy emocionado con las palabras de ese hombre mayor, frágil, de una mirada impactante.
Cecilia, se ocupó de sorprenderlo. Le consiguió que alguien vaya hasta la isla de nuevo y volviera con el libro de Mandela, The Struggle of my Life, dedicado por el guía, con su dirección y teléfono, escrito con una letra infantil (había aprendido a leer y escribir en la oscuridad de su celda), y un beso de ella estampado en la tapa.
Barragán lo atesoraba. A pesar de haber conocido personalmente varios Papas, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, personalidades gubernamentales, de la realeza, capitanes de la industria, deportistas, pocos lo habían impresionado tanto como ese hombre.
Mientras esperaba que Gordon Brown apareciera, recordó que estaba por efectuar su segunda visita a los Estados Unidos, desde que asumió el cargo, la cual comprendería las ciudades de Boston, New York y Washington, donde se entrevistaría con el Presidente Bush.
También le vino a la mente sus recientes comentarios vinculados a la situacion en Darfur, Africa, donde 200.000 personas habían sido asesinadas, y otros 2.000.000 de seres habían sido desplazados. La situación era un verdadero caos, y era imperiosa la actuación conjunta de las organizaciones humanitarias de todo el mundo, para brindar asistencia. Justamente George Clooney, el actor de la película que había vista en el avión, había denunciado la situación a la comunidad internacional desde hacía bastante tiempo, en un esfuerzo desesperado...
Gordon Brown, ingresó a la sala.
Un cálido apretón de manos y un fuerte abrazo. No eran amigos, pero si, poseían una sólida relación y un respeto mutuo.
Eduardo, le dijo, muy poca gente lo llamaba por su nombre, solo los más íntimos, algo terrible ha sucedido, el Príncipe William, ha desparecido!
William, hijo del Príncipe Carlos, era el segundo en la línea de sucesión al Trono.
Sucedió en la residencia de Highgrove y no hemos tenido ninguna noticia sobre él, ni demandas de secuestradores, o de otros grupos. Agregó.
Se produjo un profundo silencio.
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