Barragán conducía a toda velocidad. El Bentley se comportaba como él lo esperaba.
Mead iba en absoluto silencio, no se sabe si por respeto, miedo o admiración, sólo se limitaba a realizar algún comentario sobre la ruta, de ser necesario.
El sistema Bluetooth del autómovil emitió una alerta, era una llamada entrante al BlackBerry de Barragán, al cual se había conectado apenas se había sentado al volante.
Era Paula, desde Buenos Aires, todo bien en la oficina, en la casa, Frankie y los chicos. Su hija mujer Flopy, recién se había graduado como Contador Público y en realidad se encontraba en París, junto con su mamá, María. En unos días llegarían a Londres.
Paula le mandó un beso y cortó. Cuando Barragán le comentó que se encontraba conduciendo, había entendido el mensaje. No estaba para hablar por teléfono, no se podía distraer.
El Continental se devoraba el camino. Mead continuaba sorprendido, no podía entender como ese hombre conducía el vehículo a esa velocidad, con una lluvia muy fuerte, aunque ya había sido advertido de las cualidades conductivas de Barragán.
LLegaron a Highgrove.
En la puerta se encontraba estacionado el Range Rover, negro, blindado.
Entraron corriendo a la residencia, cubriéndose como podían de la lluvia.
Esperaron unos minutos y apareció Carlos, con su rostro desencajado.
Si, el Príncipe Carlos, Prince of Wales, el sucesor a la Corona Británica, cuyo hijo había desaparecido.
Se fundió en un gran abrazo con Barragán.
Su ánimo cambió de inmediato.
Si había alguien que podía salvar a su hijo mayor, era ese hombre, de Argentina.
Tuesday, April 15, 2008
Subscribe to:
Post Comments (Atom)

No comments:
Post a Comment